Sunday, June 14, 2020

Impar

Quizá ya sea mediados de julio del 2002, el ambiente relajado de finales de semestre era terreno fértil para el sano hueveo.  Había quienes desde muy temprano  habían inundado las canchitas, ya sea de Derecho o de Física.  Algunos más audaces habían llegado de madrugada para el extraordinario desayuno  que el comedor universitario ofrecía a sus estudiantes en estas fechas.  No eran pocos quienes esperaban la noche para la verbena que  alguna facultad organizaría como cierre del semestre impar.

Impar. Impar iba Fabián Montoya desde hace un año, impar llegó a la Biblioteca Central esa mañana muy temprano.

El semestre había transcurrido como una sombra para él. Ese lapso de tiempo, un esperado aliado al que monografías y controles de lectura habían convertido en su máximo enemigo.

Impar: así sentía el alma Fabián Montoya.

Ya la noche sería oculta cómplice de su dolor. Eran dos o tres camaradas los que entendiéndolo o no,  aguardaban atentos  la señal de partida para el conocido destino: Carpe Diem.
La latina expresión, la frase de Horacio reinventada en un local de segundo piso, escalera directa a la avenida Venezuela, pocas mesas de madera y una triste barra que protegía a una estudiante de Filosofía convertida en solícita discjockey. Con breve gesto llamamos: Margaritos por favor, dos que hay sed y muchos motivos.

Una silueta de Silvio  Rodríguez se esboza en una de las paredes. Pretendido o no, ese detalle condicionaba la selección musical de los parroquianos.  ¡Bah! ¡espíritus débiles! pensó Fabián. Desde hace horas guardaba en la raída mochila un disco  de José José que acababa de comprar en el paradero de Uruguay. Tenía a José  José y estaba dispuesto a utilizarlo. Lo utilizó.

Sin hacer caso a la oposición  de los compañeros, se acercó elegante y seguro a la barra donde la sonriente estudiante recibió el disco y la indicación: Pon la 11 por favor.
El acorde de pianos interrumpió el silencio y a los pocos segundos la voz de José José en el parlante: Si me dejas ahora...

La cantina calló al inicio, poco a poco botellas rondaron, voces cantaron, vasos sonaron. Algunos recordaron, otros sufrieron, pocos rieron.  Un desorientado gritó desde el fondo ¡Eso es poesía!. Nadie lo acalló, todos los aceptaron o mejor sería decir; todos lo bebieron.

Fabián  escoltado misteriosamente por un puñado de borrachines, se despojó del desamparo. “Los bares son así -afirmó- todos necesitan a José José”  Francisco y yo sonreímos.


El siguiente semestre está cerca, le dije. Ojalá sea par, contestó.