Febrero 2003
Tras el amor ella se dirigió a la ventana. Estaba desnuda, y una tenue
luz, que se colaba del exterior, dibujó su silueta. Sus cabellos lacios caían
como una hermosa catarata de miel. La amé. Y pretendí, desde mi fragilidad,
hacer eterno ese momento. Derrotado en ese afán grabé todo en mis ojos para
jamás olvidar que un día fui absolutamente feliz.